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Opinión

EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES: LA INVERSIÓN MÁS RENTABLE DEL MUNDO

Tanto en rendimiento de negocio, como de impacto positivo para la sociedad, ellas suelen ser mejores empresarias.

Por: Rodrigo Villar Swipe

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El empoderamiento de las mujeres emprendedoras y la inversión con enfoque de género son asuntos de elemental justicia, fundamentos del desarrollo sostenible y una de las áreas de negocio más rentables que existen en este momento. Si queremos una verdadera “nueva normalidad” tras el COVID-19, y sobre todo mejor, el pago de esta deuda con la mitad de la humanidad es prioridad.

La pandemia obligó a revalorizar el rol vital de la mujer en la sociedad. Por ejemplo, en la economía del cuidado: con datos de la ONU, en promedio, dedican de dos a 10 veces más de tiempo diario en el cuidado de los hijos, personas mayores y enfermas. Sin ese trabajo, poco o nada remunerado, definitivamente no podríamos superar una crisis como esta. Tres cuartas partes del personal de salud en el mundo son mujeres, pero sólo están representadas en un 21% en las esferas de toma de decisiones de ese sector estratégico.


El problema es que el COVID-19 también desató riesgos de retrocesos radicales: aumento en la violencia de género, matrimonios de menores de edad, mayor desajuste en la conciliación trabajo-familia, atraso educativo y menos oportunidades laborales. La inequidad tendería a crecer, cuando habría que acelerar el abatimiento de las brechas, no sólo en beneficio de ellas, sino de todos.

Se ha calculado que en todo el mundo que las mujeres podrían aumentar sus ingresos hasta en 76% si se superaran las brechas de participación laboral y salarial, lo que tiene un valor global de 17 billones de dólares. A eso hay que sumar el gigantesco potencial del emprendimiento: las mujeres suelen ser, en promedio, mejores empresarias tanto en rendimiento de negocio como de impacto positivo para la sociedad.


En el mundo corporativo, las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas registran un desempeño más alto en todos los aspectos de eficacia organizacional. En cuando a las Pymes, de acuerdo con datos de BID Invest, las encabezadas por empresarias invierten un 50% menos de capital, pero logran 20% más de ingresos y tienen una probabilidad de impago 54% menor.

Sólo en América Latina y el Caribe, la región con mayor porcentaje de emprendimiento femenino, hay una oportunidad de negocio de 86,000 millones de dólares anuales en este sentido. Por si fuera poco, sabemos que las mujeres reinvierten hasta 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades, así que cuando prosperan en sus empleos o negocios, toda la sociedad se beneficia.


Lo sorprendente es que, a pesar de eso, solo el 10% de las mujeres empresarias tiene acceso a financiación, según la Corporación Financiera Internacional. Las emprendedoras fondean su crecimiento con aportaciones de familia, amigos, tarjetas de crédito o ingresos autogenerados. En México, según un estudio de Value for Women, solo 2% contó con inversión de capital.

Todos estamos perdiendo oportunidades de negocio, innovación y, más aún, de desarrollo comunitario y social. El emprendimiento de las mujeres puede salvar al mundo.


Hay que ver el caso de alguien como Adriana Luna, fundadora de Tierra de Monte, empresa de productos biológicos que incrementan la productividad y la calidad de la agricultura sin impacto ambiental, galardonada por Cartier Women’s Initiative.

Esta bióloga mexicana de raíces zapotecas combinó, en su camino de emprendimiento, la preocupación por la ecología y los problemas del campo, con el conocimiento más directo posible de las necesidades y el potencial de trabajar por esas causas: el amor a una hija con afecciones de salud, cuando requerían productos orgánicos seguros, de calidad y a precio accesible.

Es un buen ejemplo de la capacidad de las emprendedoras de conectar la empatía y la sensibilidad del lado vivencial de los problemas con respuestas pragmáticas para el aquí y ahora. Como millones de mujeres que, contra viento y marea, sacan adelante a sus familias con una mezcla de amor, valentía y creatividad muy especial, intuitiva y audaz, pero con los pies en la tierra.


Otro caso excepcional es el de la apicultora y activista maya Leydy Pech. Promotora de desarrollo sostenible, integrante de una cooperativa de agricultura orgánica y agroforestería (mezclar intencionalmente árboles y arbustos con cultivos o sistemas de producción animal para obtener beneficios) compuesta exclusivamente por mujeres, fue recién galardonada con el Premio Medioambiental Goldman por encabezar una coalición que logró detener la siembra de soya transgénica en la península de Yucatán. No sólo unieron a los pueblos de su región ante la amenaza a sus bosques y medios de vida sustentables, sino que articularon una defensa eficaz con ONG e instituciones académicas.

Lo dice todo este comentario en el perfil biográfico de la fundación Goldman: “Una humilde pero fuerte guardiana de la tierra y las tradiciones mayas, Pech sufrió una discriminación frecuente y fue ampliamente subestimada: al verla en persona después de su victoria en los tribunales, un abogado de Monsanto comentó que no podía creer que esta pequeña mujer les hubiera derrotado”.


Algo así es lo que se ve en tantas mujeres que, ante crisis familiares, de sus comunidades y frente a un desafío como el de la pandemia, al mismo tiempo que se encargan de las tareas del hogar, educan a los hijos, abren un pequeño negocio para sostenerlos, organizan a vecinos para tener agua y servicios básicos. Encuentran alternativas donde gobiernos y organismos internacionales han fallado o avanzan con lentitud pasmosa.

Por todo eso, empoderar a las mujeres es quizá la inversión más rentable que puede haber en este momento. ¿Qué esperamos?

 

Rodrigo Villar es Socio fundador de New Ventures México y Adobe Capital.

Puedes contactarlo en Twitter en: @rorrovillar

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