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¿A qué sabe Acapulco?

Creí que este destino vivía en el corazón de los mexicanos, especialmente de los chilangos, pero, mejor dicho, se mantiene vigente en el estómago de todos.

Por: IVETT RANGEL | FOTOS: OMAR REYES SOLÓRZANO Swipe

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Una noche se me ocurrió preguntar en redes a propios y extraños a qué sabe Acapulco. Tres sabores se han quedado en sus recuerdos más gustosos:

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a coco

(en sus distintas versiones,
desde aceite hasta en nieve),

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a tamarindo

(con chile y sin chile)

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y a camarones

(en ceviche o ‘en-vara-asados’ son inolvidables). 

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Sin embargo, hay un plato

que ha conquistado su paladar para siempre:
el pescado a la talla.

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 Hacia Barra Vieja

Quienes desean degustar el mejor pescado a la talla en Acapulco, deben dirigirse hacia Barra Vieja, donde no sobran los restaurantes con vista al mar, viento constante y sombra bajo enramadas. 

Llegamos a Playa Bonfil, donde el restaurante Gaviotas 2 nos aguardaba con un colorado y jugoso huachinango recién salido de las brasas con ensalada, papas y tortillas hechas a mano, así como una helada Yoli en lata para acompañar. 

Nos cuentan que se le llama a la talla porque se talla (embadurna) con una salsa de chiles y un “ingrediente secreto”, y porque se sirve el pescado por peso según la cantidad de comensales. El nuestro era talla cuatro, es decir, para cuatro personas. 

Uno de los sabores más tradicionales de este rincón guerrerense que sólo incita a chuparse los dedos literalmente. 

En honor a una tripulación  

Aún más sabrosa es la célebre Botana 59 (o 118 para apetitos feroces), creada por Abel Delgado hace más de 30 años en honor a la tripulación del Vuelo 118 de Mexicana de Aviación, que solía aterrizar en el Gaviotas luego de cumplir con su deber en el aire.

Camarones al mojo de ajo, empanadas de cazón, pulpo a la diabla, sopes y ensalada, más una limonada con kiwi y romero y un “Maguey verde”, un trago preparado con limón, pepino y mezcal, hacen que cualquier viajero se quede ahí, disfrutando del entorno más tiempo del planeado. 

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Nosotros
no resultamos
distintos al resto.

 

 ¡Es jueves!

Nuestro viaje coincidió con un jueves, así que el mandato en Acapulco –y cualquier parte de Guerrero–, es comer pozole. Porque es Jueves Pozolero, que surgió hacia finales del siglo 20 pero que se arraigó para siempre. 

 Aunque hay opción de pozole blanco, aquí se debe pedir verde (porque se hace con pepita) y de preferencia con carne de cerdo. Además, se le tiene que agregar chicharrón, aguacate y queso para degustar la opción más tradicional. 

Este barroco plato se puede ordenar en la mayoría de los restaurantes, aunque nosotros acudimos por recomendación a Sí, Señor, en la zona de Las Brisas, donde el sabor del pozole atrae a decenas de comensales, sino porque también se tiene desde ahí una de las mejores vistas sobre la Bahía de Santa Lucía.

*Foto1: Fidetur Acapulco

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 Sabores contemporáneos

Además de los sabores ya arraigados en el alma, Acapulco ofrece opciones culinarias contemporáneas, firmadas con el nombre de algún reconocido chef.

Como ejemplo: las distintas cocinas de autor de Mundo Imperial, en la zona de Riviera Diamante, abiertas al público en general.

Italia por siempre

El bistro Tavola, dentro del hotel Princess, nos sedujo con sus sabores italianos a la leña creación del chef Giuseppe Rivaroli.

El capellini caprese, el salmón a la dragoncello (bañado en salsa estragón con champiñones y servido con espárragos) y la receta especial del tiramisú, más una pizza recién salida del horno, lograron que el atardecer fuera inolvidable.

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Con broche de oro

Y Pitiona del Mar, del chef José Manuel Baños, se ha vuelto un referente con sus sabores oaxaqueños dentro del mismo alojamiento.

 Supimos el porqué todo mundo habla de este restaurante al paladear el guacamole con chapulines, los tacos de terrina de lechón y los molotes de plátano macho (rellenos de vino tinto). 

Los postres, además, son un motivo en sí mismos, así que más vale reservar espacio y, sobre todo, tiempo. La nube de chocolate es un espectáculo primero a la vista y después al gusto, un deleite que nos hizo regresar a la noche siguiente.

Con todos estos motivos,
ya se nos antojó regresar
a Acapulco de nuevo.

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